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                          Encuentra a tu Niño Interior a la Luz del Día Perfecto de Dios

Ideas de aplicación metafísica para: The Christian Science Quarterly Lección bíblica sobre

 Realidad

del 23 al 29 de septiembre de 2024

 por Craig L. Ghislin, C.S. de Godfrey, Illinois
craig.ghislincs@icloud.com
(630)-830-8683; móvil/texto (630)-234-3987

Traducción libre por Heidi Colmenero autorizada por Warren Huff


El Texto Aureo dice: «…todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día» (1 Tes. 5:5). A lo largo de las Escrituras, «día» representa iluminación, inteligencia y el amanecer de una nueva inspiración.

Cuando Pablo nos llama «hijos de luz e hijos del día» está diciendo que los creyentes cristianos reconocemos la verdad de las enseñanzas de Jesús y su poder para atravesar las tinieblas de la ignorancia, el pecado y el miedo, lo que nos permite ver la creación de Dios como realmente es. El uso que hace Pablo de la palabra «día» alude también a la resurrección de Jesús y a un tiempo de salvación en el que reinará la bondad.


En esta Lección también hay varias referencias a los niños. La Lectura Alternada (Isaías 49:8 (al 2do.), 9-12 (al 1ro.), 13), de la Biblia Internacional de los Niños, aporta una nueva visión a pasajes muy familiares. Tomando prestado el Himno 58 del Himnario de la Ciencia Cristiana, tienen «oídos ansiosos, expectantes, alegres, y están listos» para escuchar y obedecer la palabra de Dios. Para los niños cada día es una nueva aventura, y el mundo está lleno de frescura. Así debería ser para todos nosotros. Cada día es nuevo, y cada día es el «Día de Dios», lleno de infinitas posibilidades.

El «día de Dios», o «el día del Señor», no es un período de tiempo finito dentro de un marco lineal. Isaías nos dice que Dios nos responde «en el momento oportuno». El tiempo de Dios es el eterno ahora. Así como cada día es el Día de Dios, cada tiempo es el tiempo correcto. A medida que la luz y la verdad del Día de Dios amanecen en nosotros, somos liberados de la oscuridad y la ignorancia. Cuando brilla la luz de la verdad, no importa dónde parezcamos estar, encontraremos todas nuestras necesidades satisfechas. Incluso en entornos inhóspitos y estériles, estaremos seguros y bien alimentados. La luz del Día de Dios también trae felicidad, alegría y consuelo.

Pablo se hace eco del sentimiento de Isaías prácticamente con las mismas palabras. «Dios dice: ‘Oí vuestras oraciones en el momento oportuno…’». Pablo añade: «Os digo que el “momento oportuno” es ahora. El ‘día de salvación’ es ahora» (2Cor. 6:2).


Sección 1: «Sea la luz».

En las Escrituras, la creación comienza con la orden de Dios: «Hágase la luz» (cita B1, Génesis 1:1, 3, 4, 5 Y la tarde). El teólogo Adam Clarke (c1760-1832) escribe que la luz es «el gran medio por el cual todas sus otras obras son descubiertas, examinadas y comprendidas, hasta donde pueden ser conocidas». Otro clérigo progresista de su época, Albert Barnes (1798-1870), señaló: «El Génesis no identifica una fuente para esta luz. Preexistía como una idea divina y se manifestó a través de la palabra de Dios. La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, también observa que «aunque los rayos solares no están incluidos aún en el registro de la creación, sin embargo hay luz» (CS 504:7-9).

El salmista nos recuerda que cada día es el día «que hizo el Señor» (cit. B2, Sal. 118:24, 27 (to:)). Debemos alegrarnos y regocijarnos en él. Cuando me encontraba en los períodos más oscuros y confusos de mi vida, me hacía eco de la súplica del salmista mientras yacía en la oscuridad: «Hazme oír tu misericordia por la mañana…» (cit. B3, Sal. 143:8, 10). Me recordaba a mí mismo que cada día es el Día de Dios, y que estaré encantado de aceptar lo que Él / Ella tenga para mí. Me sentía satisfecho sabiendo que Dios me proporcionaría lo que necesitara para ese día.

Aunque en aquel momento no podía identificar el sentimiento, ahora veo que estaba adoptando una perspectiva infantil, recordándome a mí mismo que debía afrontar cada nuevo día con asombro. Si confiamos en Dios, no hay nada de qué preocuparse.

La traducción de los versículos del Salmo 143:8, 10 de la Biblia Internacional de los Niños lo expresa muy bien:

Háblame por la mañana de tu amor. Confío en ti.
Enséñame lo que debo hacer porque mis oraciones suben a ti…
…Enséñame a hacer lo que tú quieres, porque tú eres mi Dios.
Deja que tu buen Espíritu me guíe por terreno llano.

La autora del libro de texto de la Ciencia Cristiana Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escribe: «Toda la realidad está en Dios y Su creación, armoniosa y eterna». (cit. S1, CS 472:24-26 Todos). A la luz de su descubrimiento, lo vio todo desde una perspectiva espiritual. Ella define el «Día» como «La irradiación de la Vida; la luz, la idea espiritual de la Verdad y el Amor» (S2, 584:1-4).

Mary Baker Eddy leyó el relato de la creación en el Génesis como una alegoría, y señaló que los días de la creación no se referían al tiempo solar. Eran el despliegue de ideas espirituales (cit. S3, 504:16-20). A medida que el sentido espiritual desplaza al testimonio del sentido material, nuestra comprensión de la realidad se ilumina (cit. S4, 510:9).  La línea divisoria entre lo real y lo irreal la define nuestra comprensión espiritual. La autora define esta comprensión como no intelectual, ni erudita. Más bien, es la «realidad de todas las cosas sacadas a la luz» (cit. S6, 505:20-28).


Sección 2: ¿Cuánto dura un día?

Cuando las cosas nos van bien, la mayoría de nosotros no pensamos mucho en lo que es real y lo que no lo es. Estamos más que contentos de flotar y esperar que todo vaya bien si las cosas empiezan a ponerse difíciles. No es hasta que nos encontramos con algún problema serio cuando empezamos a buscar respuestas más allá de lo que los sentidos pueden ver. El salmista, sin embargo, siempre pone a Dios en primer lugar, y dice que incluso un día dedicado a adorar a Dios y a profundizar en búsquedas espirituales es mejor que mil días de frívolas diversiones (cit. B4, Sal. 84:8, 10, 11). Sabe que estar preparado y confiar en Dios por delante de los problemas es el camino a seguir.

Ezequías se encontró ante un serio desafío (cit. B5, Isa. 38:1 (al 1.), 2-5, 7, 8). De hecho, se le dijo que se preparara para la muerte. Pero su preocupación no era sólo por sí mismo. Sabía que morir sin dejar heredero al trono perturbaría el reino. Consciente de que Dios era su única esperanza, rezó. Sus plegarias fueron escuchadas y, como prueba, el sol retrocedió diez grados. No tenemos forma de saber si eso sucedió realmente o no, pero podemos imaginar que tal vez esta señal milagrosa representó la reflexión de Ezequías sobre su vida y sus acciones. Su «día», por así decirlo, había sido como si el tiempo se rebobinara, y en esa luz expandida, pudo haber visto algo que transformó su carácter.

Mary Baker Eddy nos dice que a medida que la luz de la comprensión espiritual ilumina nuestra conciencia, la evidencia de los sentidos desaparece (cit. S7, 584:4). Para el sentido espiritual el tiempo no se mide por el reloj o el calendario. Se mide por la cantidad de bien que Dios despliega. Por tanto, si no se ha desplegado el bien, no ha pasado el tiempo. Más que un paso del tiempo, cada «año» representa un período de despliegue del bien (cit. S8, 246:25). El sufrimiento de Ezequías le obligó a buscar una perspectiva más espiritual. A menudo declaramos que estamos «cansados» de un problema. Pero el cambio no se produce hasta que estamos dispuestos a desprendernos de él y dirigirnos al Espíritu (cit. S9, 318:18).

Pero no tenemos que esperar a que algo se ponga tan mal que no tengamos más remedio que acudir al Espíritu desesperados. Siempre somos capaces, en cualquier momento, de levantarnos con fuerza espiritual para resistir y desafiar cualquier creencia opuesta a Dios (cit. S10, 393:12-13, 16-18, 32). Pero mientras lo hacemos, debemos recordar que el mal, la enfermedad, el pecado y la muerte nunca son reales, ni siquiera temporalmente. Una mentira es siempre una mentira, y la verdad es siempre verdad. Nuestro libro de texto dice que las realidades de la Ciencia divina son «Vida, Verdad y Amor» (cit. S11, 298:2-4).

Me encanta la idea de que la aparición de estas realidades es como el amanecer. Por muy oscuro que se ponga, no se puede detener el amanecer. Cuando las cosas se ponen feas, a menudo tendemos a evitar la oscuridad, persiguiendo figurativamente al sol en dirección Oeste. Pero eso lleva mucho más tiempo que enfrentarse a la oscuridad y volverse hacia el Este. Ahí es donde sale el sol, no donde se pone. Los primeros rayos de luz que revelan la realidad llegan con nuestra fe y se iluminan a medida que aumenta nuestra comprensión.


Sección 3: No envejecer, sino crecer hacia la madurez espiritual

Para el sentido humano, a medida que los días se acumulan, nuestra fuerza y vitalidad disminuyen. Como dice el refrán: «El tiempo no se detiene para nadie». No sólo parece que disminuyen nuestras capacidades físicas y mentales, sino que también parece que perdemos nuestra ilusión infantil. Consciente de ello, el salmista contraataca. Recordando que siempre ha confiado en Dios para que le guíe, proteja y fortalezca desde su más tierna infancia, reza para que conserve la ligereza, la libertad y la expectación de su juventud a lo largo de toda su vida. Espera que Dios siga dándole la fuerza necesaria para llevar a cabo la obra de su vida (cit. B6, Sal 71, 5, 9, 15-18, 24).

Cuando el salmista dice que Dios le «ciñe» de fuerza y hace «perfecto» su camino (cit. B7, Sal. 18:32) se refiere a los múltiples usos del cinturón de tela de un hombre, llamado «faja». Para correr o realizar otros trabajos físicos, los hombres se subían sus largas túnicas y metían el grueso de tela en la faja. Como dice Clarke: «La fuerza de Dios era para su alma lo que la faja era para el cuerpo”: la herramienta necesaria para permitir una mayor actividad física. Además, según Strong, la palabra «perfecto» significa «completamente maduro». Así que, en lugar de envejecer hacia la decadencia y el declive, Dios está apoyando nuestro crecimiento hacia la madurez espiritual. El salmista va más allá de simplemente prometer bendecir al Señor cada día de su vida. Su promesa es para siempre, trascendiendo así una vida mortal finita (cit. B8, Sal. 145:2).

Cuando consideramos que Dios no se limita a darnos la vida, sino que ES nuestra Vida, podemos ver por qué el autor considera que la realidad de la Vida no tiene muerte (cit. S12, 487:27). Tendemos a pensar en la vida en términos lineales, pero la Vida no se limita a una línea de tiempo lineal. La Vida es eterna, fuera del tiempo (cit. S13, 468:28-1). Eso significa que no somos ni jóvenes ni viejos, simplemente somos (cit. S14, 244:23 (sólo)). De nuevo, Ciencia y Salud utiliza el sol del mediodía como símbolo de la vida en su plenitud y gloria (cit. S15, 246:4-6, 11-13, 17-25). Sólo que este sol nunca se pone. La Ciencia del Cristianismo revela que el calendario no nos define. La vida no es cronológica, es eterna. Es una imagen maravillosa ver lo que parece envejecimiento, como el hombre madurando hacia la madurez (cit. S16, 248:5). En lugar de embotarse, nuestras facultades se agudizan en claridad espiritual (cit. S17, 486:23-26).

Dios es nuestra Vida, y la Vida no nos crea, sólo para separarse de nosotros, dejándonos luchando por sobrevivir. En realidad, Dios, la Mente divina, es la Vida, y como tal, esta inteligencia divina mantiene naturalmente a su idea (cit. S18, 151:23-24, 26-28).


Sección 4: Un día en la vida…

En la parábola de los obreros de la viña (cit. B11, Mateo 20:1-14), un día también podría representar toda una vida o simbolizar toda la historia de la humanidad. Hay varias interpretaciones para esta historia. El mensaje básico es que, independientemente del momento en que un individuo o un grupo de personas respondan a la llamada de Dios para trabajar en su viña -temprano o tarde en la vida, o en siglos-, todos reciben la misma recompensa. En la parábola, los contratados por la mañana se molestan porque los contratados al final del día ganan el mismo salario por trabajar menos.

A primera vista, esto parece injusto. Pero cuando pienso en ello, me doy cuenta de que se debe a dos supuestos. En primer lugar, suponemos que el trabajo es arduo y difícil, cuando no directamente desagradable. Segundo, suponemos que la recompensa es finita.

Si tenemos en cuenta que trabajar para Dios es una gran bendición, los que se alistan pronto tienen la ventaja de disfrutar de la infinita riqueza de trabajar para Dios, y el trabajo es su propia recompensa. Además, si tenemos en cuenta que la recompensa es la entrada en el reino de los cielos, ya sea pronto o tarde, ¿qué mayor recompensa se puede pedir?

Como ya se ha dicho muchas veces, Strong define «gracia» como «la influencia divina en el corazón y su reflejo en la vida». Podríamos ajustarlo a: «la influencia de la realidad en el corazón y su manifestación en nuestra experiencia». Para el sentido humano, la imparcialidad de Dios hacia el hombre parece milagrosa, pero es totalmente natural para el Amor divino (cit. S19, 494:15 (sólo)). El razonamiento mental material siempre tiene una visión limitada de las cosas, pero el Amor es atemporal y universal (cit. S20, 13:2). Despertar a la realidad está siempre al alcance de todos. Fíjate en que la invitación del «amo de casa» a los que estaban en el mercado significaba que cualquiera podía entrar en el trabajo en cualquier momento, y todos los que se unían al trabajo habían aceptado la remuneración que se les ofrecía. Y no olvidemos que, en realidad, el tiempo no es un factor en absoluto. La única razón por la que los primeros obreros se quejaban es porque creían vivir en una línea de tiempo lineal. La realidad es eterna (cit. S21, 335:27-28). La razón por la que «los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos» es porque, en realidad, ambos son lo mismo, al igual que Cristo es Alfa y Omega, el principio y el fin (cit. S22, 116:5). El tiempo simplemente no es un factor. Nos demos cuenta antes o después, entrar en el reino de los cielos es despertar a la realidad (cit. S23, 54:8-10 Todos).

Cada uno de nosotros puede abrir los ojos a la realidad un poco más cada día. No se nos pide que nos quedemos sentados «pensando» en el trabajo. Se nos pide que entremos en el campo y nos pongamos a trabajar. Puede parecer que lleva tiempo llegar a la perfección -o a nuestro reconocimiento espiritualmente maduro de la realidad-, pero depende de nosotros empezar (cit. S24, 233:1-5, 8). El requisito es que nos adhiramos a las leyes espirituales que gobiernan la realidad y las apliquemos en nuestra práctica curativa (cit. S25, 462:1).


Sección 5: Cuando la gente tiene un mismo sentir, algo sucede

En esta sección consideramos el Día de Pentecostés (cit. B13, Hechos 1:1, 2, 14; cit. B14, Hechos 2:1, 4, 5, 14 Pedro, 16-18). Todos los miembros de este grupo de cristianos se unieron a la causa en momentos diferentes. Cada uno tenía sus propias razones para aceptar la llamada a unirse a la obra, y cada uno se encontraba en un punto diferente de su camino, pero todos tenían el mismo objetivo. Todos estaban de acuerdo.  Es notable que el Pentecostés también tuviera lugar en el día del Señor. El sábado también podría considerarse metafóricamente como el día de la consumación, como en el primer capítulo del Génesis, cuando Dios descansó de su trabajo. El mandamiento de honrar el sábado o «el Día del Señor» es para recordar que Dios es el Creador. Podemos detener nuestro trabajo, descansar, contemplar y deleitarnos en el Señor. Es un recordatorio de que Dios está a cargo, y el mundo depende de Dios, en lugar de girar alrededor y para nosotros.

El sábado, los discípulos y otros miembros de la comunidad cristiana estaban todos juntos en el culto. El relato bíblico dice que estaban unánimes y en un mismo lugar. El sonido de un fuerte viento llenó el lugar, y sobre sus cabezas aparecieron unas lenguas parecidas al fuego. El viento representaba al Espíritu Santo, que es suave pero poderoso, invisible pero siempre perceptible, y simboliza el aliento de la vida misma. La aparición del fuego simboliza la luz, el calor, la purificación y la presencia de Dios.

Cuando hombres de todas las naciones oyeron a los discípulos hablar en su propia lengua, interrogaron a Pedro, quien inmediatamente relacionó el suceso con la profecía de Joel. Esto indica la preparación, receptividad, humildad y devoción de los discípulos a las Escrituras. Otro aspecto a destacar es que los discípulos no estaban hablando galimatías. Eran lenguas reales que todos entendían claramente.

Más que una anomalía, cabe afirmar que los acontecimientos del día de Pentecostés fueron un atisbo de la realidad. La ascensión de Jesús fue su salida de la carne a la realidad de su verdadera naturaleza espiritual (cit. S27, 46:13-17, 26-9). Ser testigos de este acontecimiento elevó la comprensión de los alumnos. Vieron a Jesús superar todos los obstáculos materiales y, naturalmente, esto les animó. Al ver el mundo bajo una nueva luz, se convirtieron en mejores sanadores y cada uno de ellos recibió el Espíritu Santo.

Nuestro libro de texto nos dice que para encontrar al verdadero hombre sólo tenemos que apartarnos del falso sentido del hombre y centrarnos en Cristo (cit. S28, 316:3-7, 21). A medida que nuestro falso sentido del yo se transforma en nuestra verdadera identidad espiritual, reflejamos espontáneamente a Dios, brillando como un faro para todo el universo (cit. S29, 266:27-29).


Sección 6: El día perfecto

En la visión de Juan, él contempló un nuevo cielo y una nueva tierra no con sus ojos, sino a través de su sentido espiritual (cit. B15, Apoc. 21:2, 3, 23-25). El Comentario Bíblico Bridgeway dice: «Las visiones de Juan simbolizan realidades espirituales…No son imágenes de las características físicas del nuevo cielo y la nueva tierra…no una versión mejorada de la actual ciudad terrenal…sino [de un mundo] completamente reemplazado por un nuevo orden». En esta ciudad no hay noche ni separación entre Dios y la creación. Esta luz de Dios implica excelencia, sabiduría, santidad y felicidad que impregnan todas las facetas del ser. Esta luz, escribe Barnes, no es «la luz, o una luz, sino la luz misma… la fuente y manantial de luz en todos los mundos». En otras palabras, este día eterno es la luz de la realidad.

Juan lo aclara cuando escribe: «en él no hay tiniebla alguna» (cit. B16, I Juan 1:5). Nuestro objetivo puede coincidir con la oración del salmista de ser guiados por la verdad de Dios «todo el día» -dependiendo continuamente sólo de Dios en todo momento (cit. B17, Sal. 25:5).

Al igual que la luz destruye las tinieblas, la Verdad destruye las formas erróneas de pensar, revelando así la realidad de nuestro verdadero ser (cit. S30, 288:31-2). La existencia temporal nubla nuestra visión de la realidad. Todo lo real trasciende la creencia limitada de una línea temporal lineal. La perfección subyace a la realidad porque la perfección denota la plenitud de una creación madura, totalmente madura y completa (cit. S31, 353:14-17 Tiempo).

Entonces, ¿en qué medida nos adherimos a esta realidad? ¿Estamos abrazando su poder curativo? Si lo hacemos, como hijos del día, veremos aumentar esa luz hasta que veamos el día perfecto de la realidad (cit. S32, 496:9-13 Ask).

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